1. ¿Cuál es la filosofía de LEX?

En mi opinión, lo fundamental es que proporcionemos a los clientes una satisfacción completa en la solución de los problemas que nos plantean. Es decir, lo prioritario es ofrecer un buen servicio.

Como entidad mercantil que somos, como es lógico, pretendemos obtener el mayor beneficio posible de nuestra actividad, pero subordinando siempre este objetivo a la obtención del principal, que es atender de la manera más satisfactoria a nuestros clientes.

2. Como uno de los Socios fundadores de la compañía ¿cómo considera que la empresa se ha ido adaptando a los nuevos retos?

Hay dos tipos de retos: el primero es el del crecimiento como empresa; el segundo el de los medios materiales y humanos para atenderlos.

Yo creo que Lex ha tenido mucho cuidado en asegurar que nuestra dimensión sea siempre acorde con nuestras necesidades. Salvo en casos puntuales, el número de empleados ha sido siempre el adecuado para la atención perfecta de nuestros clientes y, en consecuencia, se ha logrado adaptar la dimensión de la empresa, en todos los sentidos, a esos retos que ha planteado la demanda de más y mejores servicios. Por tanto, en mi opinión, tanto el crecimiento como los medios han sido y son actualmente, los necesarios para garantizar un buen servicio rápido y de calidad.

3. ¿Qué le llevó a elegir esta profesión y hacerse Abogado?

En realidad, yo no me planteé el ejercicio profesional hasta que entré en el despacho de Fernando Vizcaíno Casas. Él me hizo enamorarme de la profesión. Y, aunque los principios fueron difíciles, pronto comprendí, con su ayuda y con su ejemplo, que existen pocas profesiones tan extraordinarias como la de abogado. En efecto, después de 40 años de ejercicio profesional, puedo afirmar que, con todas sus sombras, la profesión de abogado es muy gratificante por lo que, aun ahora, mantengo el mismo interés e ilusión que el primer día.

4. Desde su experiencia como abogado laboralista ¿Cómo cree que ha ido evolucionando el marco de las relaciones laborales en España?

Cuando yo empecé a ejercer, en muchos aspectos, la legislación laboral era mejor que la actual, en el sentido de que pretendía proteger más a los trabajadores; pero, obviamente, las circunstancias eran muy diferentes.

Los sindicatos estaban prohibidos y la huelga también; la protección de la maternidad y de la mujer no alcanzaban la intensidad que tienen ahora, los conflictos laborales tenían cauces más complicados para solucionarse.

Al mismo tiempo, los antiguos Magistrados de Trabajo, antecesores de los actuales Jueces de lo Social, eran jueces muy preparados y con una gran cultura jurídica y tenían un gran respeto por todos los profesionales del Derecho. Además, la relación con ellos, era más fácil y cercana que ahora.

Por supuesto que los jueces, ahora, también tienen una excelente preparación pero el volumen enorme de asuntos los ha alejado un poco de los problemas con los que se enfrenta cada día un abogado, lo cual no es bueno.

Ahora todo está mucho más regulado de forma que casi cada problema ha sido ya contemplado, bien por la legislación o por la jurisprudencia. Pero la ingente cantidad de normas, así como la no siempre uniforme interpretación de las mismas, hace casi insuperable garantizar soluciones ciertas.

5. ¿Cómo se ha adaptado Lex al novedoso marco de la protección de datos?

Lex no ha tenido más remedio que adaptarse, como todas las empresas. Hay que hacer notar que Lex tiene que ayudar a sus clientes en este campo, lo cual hace directamente o a través de una entidad de gran prestigio; pero también ha de aplicar la legislación correspondiente a la actividad propia, lo cual es muy complejo por el número elevado de clientes que tenemos. Esta doble dimensión hace más complicado todo, pero en Lex, lo superamos con dedicación y esfuerzo y contando con la asistencia técnica necesaria, por lo que podemos tener la seguridad de que las normas que regulan esta cuestión, se cumplen.

6. ¿Qué lugar cree que debe ocupar la lealtad corporativa en una organización?

La lealtad es siempre exigible, en cualquier empresa, pero, en una empresa como la nuestra, que tiene por misión proporcionar el mejor servicio a los clientes y teniendo en cuenta que éstos, en su mayor parte, son entidades religiosas o benéficas, o dedicadas a la enseñanza, el mantenimiento de unas relaciones, que tienen por fundamento la confianza, es básico.

Por eso, la lealtad es uno de los pilares de nuestra actividad. La lealtad entre nosotros y, sobre todo, hacia nuestros clientes.

Nuestra actuación en defensa de los clientes está basada en el cumplimiento de la ley, y en una información veraz sobre los problemas que nos encomiendan. Nuestros clientes conocen siempre las dificultades que presentan sus asuntos así como las soluciones posibles de los mismos. Saben, por lo tanto, que la forma de resolverlos que nosotros proponemos es la mejor para defender sus intereses.

7. Desde su experiencia ¿qué consejo daría a un futuro estudiante de Derecho o de Relaciones Laborales, a un abogado que se inicia en el ejercicio de la profesión, o a un asesor de empresas?

A un estudiante, el mejor consejo que puede dársele es que estudie. Tener una buena base teórica es imprescindible para poder asesorar a los clientes de manera eficaz; por supuesto, para el ejercicio de la profesión de abogado, cuanto más grande sea el caudal de conocimientos más fácil será resolver.

Ya en el ejercicio de la profesión, estudiar es una exigencia ineludible, pero no resulta tan arduo, porque el estudio aplicado a un caso real, es parecido a una investigación y la forma de desentrañar los puntos clave de los asuntos mediante el estudio de la ley y la jurisprudencia aplicable, es incluso apasionante en muchas ocasiones.

El intercambio de conocimientos y de opiniones sobre casos concretos proporciona una gran seguridad en la forma de enfocarlos y resolverlos. Por tanto, aconsejo que los abogados jóvenes hablen mucho entre ellos sobre los casos que tienen que resolver.

Este no es estrictamente un trabajo de equipo porque la toma de decisiones de un abogado casi siempre acaba siendo inevitablemente solitaria. Pero intercambiar opiniones con otros profesionales ayuda de una forma increíble en el momento de la verdad.

Finalmente, aconsejo que, cuando se enfrenta uno con un caso concreto se obtenga la máxima información sobre el mismo, de forma que pueda tener la seguridad de que nadie sabe más sobre ese asunto que el abogado que lo dirige.

La paciencia es, para terminar, la mayor virtud de un abogado. Hay que cultivarla y fomentarla, aunque esto no será difícil porque la impondrán los hechos. Las largas esperas para la solución de los problemas y la sensación de que los jueces, muchas veces, aunque no siempre, afortunadamente, no han llegado a entenderlos, son ejercicios insuperables para cultivar esa virtud.